Nicolás
busca en el contenedor algo que llevarse a la boca. Apenas ha comido en dos
días. Mientras, sobre la valla, su amigo vigila con las orejas tiesas en
posición de alerta. De pronto, el muchacho escucha un bufido. Es la señal. Los
dos corren hacia la esquina y se esconden en un soportal cercano. Pasea su
mirada de un lado a otro, con nerviosismo, como si le vigilaran. Pero todo está
en calma.
─Te
lo dije, Gasolina ─comenta el muchacho─. Esta noche cenamos de lujo.
Un
trozo de carne asada con restos de guarnición y media tarta de chocolate. En
unos minutos, dan buena cuenta del asado. Al coger el postre, Nicolás lo mira
con atención. Registra su mochila. Por fin, encuentra la fotografía. Se la
lleva hasta la boca y la besa. Con su dedo índice, ennegrecido por la mugre,
hace once agujeros en el pastel. Saca de su bolsillo un mechero. Lo enciende y
pasa la llama por cada hueco en la capa de chocolate.
El
muchacho cierra los ojos con fuerza, arrugando los párpados y la nariz. Mueve
sus labios pero sin sonido. Gasolina observa con interés los gestos de su amigo.
Entonces, Nicolás, toma aire y sopla con energía sobre la tarta.
Después
del festín nocturno, se prepara para dormir unas horas. Extiende una manta en
el suelo. Llama a su amigo con un silbido. El minino se despereza sin prisa. Se
acurruca entre las piernas del niño y desaparecen bajo un abrigo desgastado que
les sirve de protección contra el frío.
Una
mujer se acerca con sigilo. Levanta una punta del abrigo y lo contempla durante
un instante. Con un movimiento en el hombro despierta al chico. Éste, abre los
ojos bruscamente. Con la sorpresa, da un salto y, Gasolina sale por el aire
bufando en todas direcciones.
─Siento
haberte asustado ─se disculpa la desconocida a punto de soltar la carcajada.
─¡Leches,
qué susto! ─exclama Nicolás─. ¿Quién eres tú?
─Adela
─se presenta extendiendo su mano.
El
chico la mira con desconfianza. Elude el gesto de saludo con descaro y comienza
a recoger sus pertenencias. Echa un vistazo a su alrededor. Sonríe al ver a su
amigo asomarse con recelo detrás de una columna. Se acerca a él.
─No
tengas miedo, Gasolina ─susurra en su oreja.
Los
dos amigos se preparan para iniciar su marcha. Adela, que ha permanecido en
silencio, llama la atención del chaval.
─¿Tal
vez te apetezca un desayuno caliente? ─dice en voz alta.
De
pronto, el muchacho se detiene. Se gira con calma. Mira de reojo a Gasolina.
Levanta la cabeza y camina hacia la señora.
─¿Podría
ser una taza de chocolate caliente?
─Y
un trozo de bizcocho o unas galletas de canela ─añade Adela, con emoción.
─Me
llamo Nicolás ─dice alargando la mano─. Él es Gasolina.
El
chico se mueve despacio. Parece inquieto por la invitación. Gasolina, ajeno al comportamiento de su amigo, corretea detrás
de una hoja. Al fin, Adela decide hablar.
─Te
he visto alguna vez en el centro de alimentos. Me preocupé cuando…
─No
me gusta que me vigilen ─interrumpe con tono airado, el muchacho─. Por eso no
volví.
La
mujer prefiere no insistir en el tema. Cambia de conversación.
─Estoy
pensando que además del desayuno…quizá quieras darte un baño y cambiar tu
vestuario ─sugiere, Adela, con sutileza─. Seguro que todavía queda algo de ropa
de mi nieto en algún armario.
Aquellas
palabras se convierten en magia para los oídos de Nicolás. Se detiene. Sujeta
el brazo de la mujer con suavidad. Adela, lo mira con sorpresa. Su gesto lo
dice todo.
─¡Eres
abuela! ─exclama con entusiasmo, Nicolás.
─Tengo
un nieto ─aclara─. Lo echo de menos.
─Sabes,
Adela, también echo de menos a mi abuela ─se sincera el crío─. A veces, sueño
con ella. Me cuidó después del accidente. Yo tenía tres años.
─¿Y
dónde está?
El
chico se vuelve con lágrimas en los ojos, como si no tuviera fuerzas para
hablar de eso.
─Podemos
charlar de ello durante el desayuno ─le propone, Adela, limpiando sus lágrimas
con los dedos.
El
niño no aguanta más. Se abraza a la mujer con energía, tal vez tenga miedo a quedarse
solo de nuevo. Tras unos instantes, Adela, le anima a continuar.
─Oye,
Nicolás, ¿crees que Gasolina estaría dispuesto a darse un baño?
Los dos se miran con picardía y ríen con ganas.