sábado, 26 de diciembre de 2015

Callejeros

Nicolás busca en el contenedor algo que llevarse a la boca. Apenas ha comido en dos días. Mientras, sobre la valla, su amigo vigila con las orejas tiesas en posición de alerta. De pronto, el muchacho escucha un bufido. Es la señal. Los dos corren hacia la esquina y se esconden en un soportal cercano. Pasea su mirada de un lado a otro, con nerviosismo, como si le vigilaran. Pero todo está en calma.
─Te lo dije, Gasolina ─comenta el muchacho─. Esta noche cenamos de lujo.
Un trozo de carne asada con restos de guarnición y media tarta de chocolate. En unos minutos, dan buena cuenta del asado. Al coger el postre, Nicolás lo mira con atención. Registra su mochila. Por fin, encuentra la fotografía. Se la lleva hasta la boca y la besa. Con su dedo índice, ennegrecido por la mugre, hace once agujeros en el pastel. Saca de su bolsillo un mechero. Lo enciende y pasa la llama por cada hueco en la capa de chocolate.
El muchacho cierra los ojos con fuerza, arrugando los párpados y la nariz. Mueve sus labios pero sin sonido. Gasolina observa con interés los gestos de su amigo. Entonces, Nicolás, toma aire y sopla con energía sobre la tarta.


Después del festín nocturno, se prepara para dormir unas horas. Extiende una manta en el suelo. Llama a su amigo con un silbido. El minino se despereza sin prisa. Se acurruca entre las piernas del niño y desaparecen bajo un abrigo desgastado que les sirve de protección contra el frío.
Una mujer se acerca con sigilo. Levanta una punta del abrigo y lo contempla durante un instante. Con un movimiento en el hombro despierta al chico. Éste, abre los ojos bruscamente. Con la sorpresa, da un salto y, Gasolina sale por el aire bufando en todas direcciones.
─Siento haberte asustado ─se disculpa la desconocida a punto de soltar la carcajada.
─¡Leches, qué susto! ─exclama Nicolás─. ¿Quién eres tú?  
─Adela ─se presenta extendiendo su mano.
El chico la mira con desconfianza. Elude el gesto de saludo con descaro y comienza a recoger sus pertenencias. Echa un vistazo a su alrededor. Sonríe al ver a su amigo asomarse con recelo detrás de una columna. Se acerca a él.
─No tengas miedo, Gasolina ─susurra en su oreja.
Los dos amigos se preparan para iniciar su marcha. Adela, que ha permanecido en silencio, llama la atención del chaval.
─¿Tal vez te apetezca un desayuno caliente? ─dice en voz alta.
De pronto, el muchacho se detiene. Se gira con calma. Mira de reojo a Gasolina. Levanta la cabeza y camina hacia la señora.
─¿Podría ser una taza de chocolate caliente?
─Y un trozo de bizcocho o unas galletas de canela ─añade Adela, con emoción.
─Me llamo Nicolás ─dice alargando la mano─. Él es Gasolina.
El chico se mueve despacio. Parece inquieto por la invitación. Gasolina, ajeno al  comportamiento de su amigo, corretea detrás de una hoja. Al fin, Adela decide hablar.
─Te he visto alguna vez en el centro de alimentos. Me preocupé cuando…
─No me gusta que me vigilen ─interrumpe con tono airado, el muchacho─. Por eso no volví.
La mujer prefiere no insistir en el tema. Cambia de conversación.
─Estoy pensando que además del desayuno…quizá quieras darte un baño y cambiar tu vestuario ─sugiere, Adela, con sutileza─. Seguro que todavía queda algo de ropa de mi nieto en algún armario.
Aquellas palabras se convierten en magia para los oídos de Nicolás. Se detiene. Sujeta el brazo de la mujer con suavidad. Adela, lo mira con sorpresa. Su gesto lo dice todo.
─¡Eres abuela! ─exclama con entusiasmo, Nicolás.
─Tengo un nieto ─aclara─. Lo echo de menos.
─Sabes, Adela, también echo de menos a mi abuela ─se sincera el crío─. A veces, sueño con ella. Me cuidó después del accidente. Yo tenía tres años.
─¿Y dónde está?
El chico se vuelve con lágrimas en los ojos, como si no tuviera fuerzas para hablar de eso.
─Podemos charlar de ello durante el desayuno ─le propone, Adela, limpiando sus lágrimas con los dedos.
El niño no aguanta más. Se abraza a la mujer con energía, tal vez tenga miedo a quedarse solo de nuevo. Tras unos instantes, Adela, le anima a continuar.
─Oye, Nicolás, ¿crees que Gasolina estaría dispuesto a darse un baño?
Los dos se miran con picardía y ríen con ganas.

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