No
hay sonidos estridentes, ni gritos, ni carreras. Sólo destellos de electricidad
continuos que recorren el sistema en busca de respuestas. Es una señal de
alarma. Los agentes conocen el protocolo de emergencia y sin demora, conectan
con la máxima autoridad, el controlador.
Néaróin
sortea con astucia los mensajes que obstruyen las rutas de comunicación. Es una
experta en los envíos. Quiere ser agente de campo, demostrar su rapidez de
conexión. Pero se ha conformado con su destino en el archivo central.
Al
principio, apenas había trabajo. Se limitaba a guardar los mensajes en su
carpeta correspondiente y tenerlo a mano para su envío en cualquier momento. Poco
a poco la actividad se aceleró. Hubo unos años en que no daba abasto. Recibir,
archivar y enviar. A veces, se formaba tal atasco de mensajes que por error, emitía
una imagen en vez de un sonido. Pero se adaptaba con facilidad y resolvía el
problema con una conexión casi perfecta. Aparecían los asistentes que descargaban
su material químico. Se originaba un estímulo de electricidad que iluminaba el
archivo al completo. Y este resplandor se transmitía por los canales de
mensajería. Con el tiempo, se convirtió en una maestra en solventar situaciones
de caos.
Un grupo
de extremistas del sueño ha burlado las defensas del sistema. El controlador
toma la iniciativa. No parece un ataque interno ni casual. Todo apunta a una
agresión intencionada que proviene del exterior. Espera ideas que logren parar
al enemigo. Los niveles de energía están bajo mínimos y necesitan una fuente
alternativa. Por un instante, las conexiones se detienen. Al fin, Néaróin envía
una solución que reciben con sorpresa. El director da carta blanca a su
propuesta y la misión comienza.
Las
unidades de defensa deben aislar e impedir el avance a los intrusos. Un grupo
de agentes se conectan al centro de visión y permanecen a la espera. Mientras,
ella busca con prisa un archivo, una mezcla de imagen y aroma. El estímulo está
preparado y emite un impulso a sus compañeros. Las membranas se separan unos
milímetros y un haz de fotones incide en la esfera de cristal. Los acumuladores
reciben su llegada con alivio pero no es suficiente. La archivera insiste de
nuevo. En esta ocasión activa una emoción del pasado remoto. No hay respuesta. El
invasor se ha hecho con el mando de los centros estratégicos. Ya no existe
movimiento ni actividad ni comunicación. Durante unos instantes, Néaróin ha
conseguido ser agente de campo. Emite su último impulso de energía. Después, el
sistema de control se desconecta.