Ya
no tiene fuerzas para continuar. Ha perdido la confianza en lo que denominan
los expertos, evolución. Lleva lustros, incluso décadas, intentando que paren y
piensen. El camino que han elegido lleva al exterminio.
Los
polos se derriten por calentura febril. África y Asia originan pinchazos agudos,
a punto de un infarto en su núcleo. Trata de respirar en profundidad, necesita
oxígeno con urgencia. Supone que cuenta con América del Sur para ello. Pero su
pulmón, colapsado por la tala indiscriminada de sus bronquios, le hace toser y
agitarse. No puede más y tiembla. La presión escapa por sus bocas volcánicas
lanzando, a decenas de metros, lava, piedras y gases. A continuación, llega la
calma y llora. Con desconsuelo. Son lágrimas de lluvia torrencial que arrasa
tierra y rocas. Zonas devastadas, sin protección. Ya no existen bosques ni
junglas. No hay vegetación y a la fauna, su debilidad no confesada, le queda
poco tiempo para la extinción.
Tiene
esperanza en la reacción de América de Norte, Europa o alguna zona de Oceanía.
Sin embargo, es testigo de la lentitud de respuesta de los humanos. Son los responsables
de su destrucción. No hay tiempo y debe decidir.
Pasa
un año terrestre, apenas un suspiro en el Universo, y tiene una idea. Nunca se
ha intentado pero puede resultar. Las consecuencias son imprevisibles aunque debe
arriesgarse.
Antes
de llevar a cabo la misión se comunica con su compañera de viaje. Le envía
mensajes de energía en forma de fotones de aviso ante cualquier actividad extraña. Y al resto de sus hermanos. Y a la estrella generadora de luz y calor.
Todo
preparado. Inicia la cuenta atrás. Diez, nueve…se estremece nerviosa…seis,
cinco…¿y si no lo consigue?...dos, uno, cero. Para de rotar sobre sí misma. Un
microinstante espacial. En la superficie estalla el caos. Movimientos hiperacelerados
desde el ecuador a los polos, zonas anegadas por mares y océanos, ciudades y
pueblos vacíos. Solo queda desolación y silencio. No hay vuelta atrás. Sigue
con un giro rápido casi frenético, en dirección contraria. Una parada más y de
nuevo, la calma.
A
pesar del cambio originado tras el proceso de regresión, confía en esa segunda
oportunidad de vida y progreso. Llegar al equilibrio primigenio es la única
solución.
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