sábado, 11 de abril de 2015

El chico del parque

Por fin, unos días libres. Tres semanas enredado con el dichoso reportaje. He hecho horas extra para aburrir y no voy a cobrar ni la mitad. Al menos me han publicado dos fotos con mi nombre. Es todo un detalle por su parte, la del diario para el que trabajo, me refiero. A menudo tengo que "pelearme" para que lo hagan.
Cuando comencé con la fotografía creí que sería pan comido pero para nada. El hacerse un sitio dentro de este mundillo es de locos. Aunque, a veces, uno tiene suerte y le dan una palmadita en el hombro en forma de premio. Es más importante el reconocimiento de tu trabajo que el importe económico que te dan. El evento lo convocaba Mundo Natura. La verdad es que fue algo inesperado.
Alguien me preguntó como había conseguido la imagen premiada, de pura chiripa le dije. Cuando salgo, por la ciudad o fuera de ella, siempre llevo la cámara conmigo. Nunca se sabe en qué momento podría captar la imagen de mi vida. Y en esta ocasión así fue. En la foto aparece un tipo con escopeta en ristre apuntando a un grupo de excursionistas. La toma se hizo en un parque nacional durante una montería. Por supuesto se publicó en el periódico para el que trabajo.


Hay que ver lo que he cambiado en estos últimos años. Este trabajo es lo que tiene. Hay que tener atrevimiento y una pizca de cara dura. Si me viera mi madre se sentiría orgullosa. Ella siempre decía que mis silencios no me llevarían muy lejos. Pero es que no tenía nada que decir. Prefería irme al parque del Este en mis ratos libres. Me sentaba durante horas, siempre en el mismo banco, a observar lo que ocurría a mi alrededor. Inventaba historias sobre la gente que veía. Mi madre decía que tenía pájaros en la cabeza y no le faltaba razón.


Recuerdo a un hombre, aunque no su cara, con el que coincidí varias veces. Él se sentaba en un banco casi enfrente de mí. Le pillé en varias ocasiones mirándome pero nunca dijo nada. Supongo que también observaba a su alrededor e inventaba historias. A veces tenía la sensación de que quería decirme algo pero nunca lo hizo. Era una situación extraña o al menos eso me parecía. Siempre me iba yo antes que él. Luego dejé de verle, bueno, en realidad, fui yo quien dejó de ir al parque.


Hubo un incendio en el edificio donde vivía. Todos los vecinos consiguieron salir pero mi madre dormía y se intoxicó con el humo. No pudieron salvarla. Si hubiera estado esa tarde con ella, ahora estaría viva. Tras el incendio me fui a vivir con mis padrinos. Eran los únicos familiares. Mi padre nos había abandonado a los pocos meses de nacer yo. Me iba lejos del parque y aquello provocó que mis silencios fueran más largos de lo que era normal en mí.
La fotografía me ayudó en ese sentido. Esos silencios de los que hablaba mi madre se fueron convirtiendo en palabras. Y es que no hay nada como moverte de un lugar a otro y conocer gente para abrirte al mundo. Ahora observo e imagino historias de forma diferente. 
Las fotografías es lo que tienen. Cuentan la historia de un momento concreto en un lugar determinado. Es la historia de una instantánea.



Tanto hablar de fotografía y de imágenes me trae a la memoria una caja que descubrí hace poco en un armario. Al abrirla encontré fotos de cuando vivía en mi antiguo barrio al lado del parque. En algunas estoy con mi madre. Las he mirado y remirado varias veces y no me canso de hacerlo. No sé si serán las fotos o ver a mi madre en ellas lo que me ha hecho pensar en mi niñez. En los ratos en el parque sentado solo en aquel banco. Y ese hombre, enfrente, mirando y con intención de acercarse. Sentí otra vez esa sensación… Creo que ha llegado el momento de volver al barrio. Solo quiero verlo y pasear por él. Mañana mismo me acercaré.
Hoy he estado en el barrio. Llegué a media mañana. No ha cambiado mucho. El edificio donde vivía está reformado pero se parece al antiguo. Han pintado la fachada y arreglado el portal. Cuando pasé por delante, la puerta estaba abierta, como de costumbre, y he echado un vistazo. En ese momento, alguien salía y no quería que sospechara de mí. He seguido hasta el parque. 

Al llegar, busqué mi banco pero me he llevado una sorpresa. No estaba vacío. Había un chaval sentado en él. Me ha dado coraje pero me he conformado y me he sentado enfrente. No hacía más que mirar al muchacho. Había algo en el chico que me resultaba familiar. No sé, algo. Y de pronto he sentido un escalofrío. No podía ser. No, no…eso no puede ocurrir. He cerrado los ojos un momento. No, no…es imposible. Después de unos minutos he podido relajarme un poco. Tenía que hablar con él. No perdía nada, solo que me tomara por loco. Me he levantado con decisión.
− Hola, ¿puedo sentarme?
− Bueno. Hay sitio suficiente.
− Hacía mucho que no venía por aquí.
− Yo, todos los días.
− ¿Tú solo?
− Sí. Me gusta observar a la gente e imaginar historias.
El corazón me latía de forma incontrolada. Tenía que decírselo ya.
− No me he presentado. Mi nombre es….
− No importa. Yo tampoco te he dicho el mío.
− Tienes razón. Y, ¿te importaría decírmelo?
− Daniel.
Cada comentario confirmaba aquello, que ni yo mismo podía creer.
− Vaya, qué casualidad. Nos llamamos igual. Escucha Daniel. Hace un momento has comentado que pasas mucho tiempo en el parque.
− Y, ¿qué pasa por eso?
− No pasa nada, solo que…quizá…haya alguien en casa que le gustaría pasar más tiempo contigo.
− Puede ser. Mi madre dice algunas veces que me quede con ella. Que le cuente esas historias que imagino sobre la gente que observo en el parque. Puede ser…
− Seguro que ella estaría encantada si lo hicieses.
− Lo pensaré. Ahora me tengo que ir.
Me he quedado mirando como desaparecía por el camino. Si se quedara en casa…Si me hubiera quedado yo…
No he podido quitarme de la cabeza el “encuentro” con Daniel. Puede que mañana, al despertar, me de cuenta que todo ha sido un sueño.













Después de una noche inquieta, mientras tomaba un café y repasaba las noticias en el periódico, me ha llamado la atención un titular: Gran incendio en un bloque de casas en el centro de la ciudad. Sentía curiosidad y me he puesto a leer la noticia. Al ver la dirección del bloque incendiado no podía creerlo. Ha sonado el teléfono y he descolgado.
− ¿Quién es?
− ¿Daniel…? Soy mamá.






4 comentarios:

  1. Ante todo, está muy bien que te hayas inclinado en una de tus actividades por la literatura. Ni que decir tiene que para mi, escribir y leer, es fundamental. Leer, por el continuo aprendizaje que uno requiere, y escribir, porque es sacar al escenario de la vida lo que nuestro intelecto fabrica. Nuestro intelecto está compuesto de ideas, pensamientos, sensibilidades de todo tipo, nuestro intelecto es un volcan de vida, desde la fantasia hasta la realidad, que a veces es mas ensoñadora, utópica que la misma realidad. No importa la edad para escribir, siempre es la mejor cuando se quiere empezar. La técnica es importante, pero se puede pasar sin ella, cuando lo que se dice llega a los sentimientos de los demás. Sobre tu relato ya hablaremos...

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    1. Me alegro leer tu comentario. Lo importante es llegar al lector. Que le interese la historia que estás relatando. Que la lea hasta el final. Puede que guste más o menos pero ese el riesgo que corres y debes aceptarlo, sin más.

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  2. Es la historia de una instantánea. o.... Es la instantanea de una historia ?

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  3. De una imagen puedes escribir una historia. Me quedo con la primera. Así lo veo yo.

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