Por
fin, unos días libres. Tres semanas enredado con el dichoso reportaje. He hecho
horas extra para aburrir y no voy a cobrar ni la mitad. Al menos me han
publicado dos fotos con mi nombre. Es todo un detalle por su parte, la del diario
para el que trabajo, me refiero. A menudo tengo que "pelearme" para que lo
hagan.
Cuando
comencé con la fotografía creí que sería pan comido pero para nada. El hacerse
un sitio dentro de este mundillo es de locos. Aunque, a veces, uno tiene suerte
y le dan una palmadita en el hombro en forma de premio. Es más importante el reconocimiento
de tu trabajo que el importe económico que te dan. El evento lo convocaba Mundo
Natura. La verdad es que fue algo inesperado.
Alguien
me preguntó como había conseguido la imagen premiada, de pura chiripa le dije. Cuando
salgo, por la ciudad o fuera de ella, siempre llevo la cámara conmigo. Nunca se
sabe en qué momento podría captar la imagen de mi vida. Y en esta ocasión así
fue. En la foto aparece un tipo con escopeta en ristre apuntando a un grupo de
excursionistas. La toma se hizo en un parque nacional durante una montería. Por
supuesto se publicó en el periódico para el que trabajo.
Hay
que ver lo que he cambiado en estos últimos años. Este trabajo es lo que tiene.
Hay que tener atrevimiento y una pizca de cara dura. Si me viera mi madre se
sentiría orgullosa. Ella siempre decía que mis silencios no me llevarían muy
lejos. Pero es que no tenía nada que decir. Prefería irme al parque del Este en
mis ratos libres. Me sentaba durante horas, siempre en el mismo banco, a
observar lo que ocurría a mi alrededor. Inventaba historias sobre la gente que
veía. Mi madre decía que tenía pájaros en la cabeza y no le faltaba razón.
Recuerdo a un hombre, aunque no su cara, con el que coincidí
varias veces. Él se sentaba en un banco casi enfrente de mí. Le pillé en varias
ocasiones mirándome pero nunca dijo nada. Supongo que también observaba a su
alrededor e inventaba historias. A veces tenía la sensación de que quería
decirme algo pero nunca lo hizo. Era una situación extraña o al menos eso me
parecía. Siempre me iba yo antes que él. Luego dejé de verle, bueno, en
realidad, fui yo quien dejó de ir al parque.
Hubo
un incendio en el edificio donde vivía. Todos los vecinos consiguieron salir
pero mi madre dormía y se intoxicó con el humo. No pudieron salvarla. Si
hubiera estado esa tarde con ella, ahora estaría viva. Tras el incendio me fui
a vivir con mis padrinos. Eran los únicos familiares. Mi padre nos había
abandonado a los pocos meses de nacer yo. Me iba lejos del parque y aquello
provocó que mis silencios fueran más largos de lo que era normal en mí.
La
fotografía me ayudó en ese sentido. Esos silencios de los que hablaba mi madre
se fueron convirtiendo en palabras. Y es que no hay nada como moverte de un
lugar a otro y conocer gente para abrirte al mundo. Ahora observo e imagino
historias de forma diferente.
Las fotografías es lo que tienen. Cuentan la historia de un momento concreto en un lugar determinado. Es la historia de una instantánea.
Tanto
hablar de fotografía y de imágenes me trae a la memoria una caja que descubrí
hace poco en un armario. Al abrirla encontré fotos de cuando vivía en mi
antiguo barrio al lado del parque. En algunas estoy con mi madre. Las he mirado
y remirado varias veces y no me canso de hacerlo. No sé si serán las fotos o
ver a mi madre en ellas lo que me ha hecho pensar en mi niñez. En los ratos en
el parque sentado solo en aquel banco. Y ese hombre, enfrente, mirando y con
intención de acercarse. Sentí otra vez esa sensación… Creo que ha llegado el
momento de volver al barrio. Solo quiero verlo y pasear por él. Mañana
mismo me acercaré.
Hoy
he estado en el barrio. Llegué a media mañana. No ha cambiado mucho. El
edificio donde vivía está reformado pero se parece al antiguo. Han pintado la
fachada y arreglado el portal. Cuando pasé por delante, la puerta estaba
abierta, como de costumbre, y he echado un vistazo. En ese momento, alguien salía y no quería que sospechara de mí. He seguido hasta el parque.
Al llegar, busqué mi banco pero me he llevado una sorpresa. No estaba vacío.
Había un chaval sentado en él. Me ha dado coraje pero me he conformado y me he
sentado enfrente. No hacía más que mirar al muchacho. Había algo en el chico
que me resultaba familiar. No sé, algo. Y de pronto he sentido un escalofrío. No
podía ser. No, no…eso no puede ocurrir. He cerrado los ojos un momento. No,
no…es imposible. Después de unos minutos he podido relajarme un poco. Tenía
que hablar con él. No perdía nada, solo que me tomara por loco. Me he levantado
con decisión.
−
Hola, ¿puedo sentarme?
−
Bueno. Hay sitio suficiente.
−
Hacía mucho que no venía por aquí.
− Yo,
todos los días.
−
¿Tú solo?
−
Sí. Me gusta observar a la gente e imaginar historias.
El
corazón me latía de forma incontrolada. Tenía que decírselo ya.
− No
me he presentado. Mi nombre es….
− No
importa. Yo tampoco te he dicho el mío.
−
Tienes razón. Y, ¿te importaría decírmelo?
−
Daniel.
Cada
comentario confirmaba aquello, que ni yo mismo podía creer.
−
Vaya, qué casualidad. Nos llamamos igual. Escucha Daniel. Hace un momento has comentado que pasas mucho tiempo en el parque.
− Y, ¿qué pasa por eso?
− No
pasa nada, solo que…quizá…haya alguien en casa que le gustaría pasar más
tiempo contigo.
−
Puede ser. Mi madre dice algunas veces que me quede con ella. Que le cuente
esas historias que imagino sobre la gente que observo en el parque. Puede ser…
−
Seguro que ella estaría encantada si lo hicieses.
− Lo
pensaré. Ahora me tengo que ir.
Me he
quedado mirando como desaparecía por el camino. Si se quedara en casa…Si me
hubiera quedado yo…
No
he podido quitarme de la cabeza el “encuentro” con Daniel. Puede que mañana, al
despertar, me de cuenta que todo ha sido un sueño.
Después de una noche inquieta, mientras tomaba un café y repasaba las noticias en el periódico, me ha llamado la atención un titular: Gran incendio en un bloque de casas en el centro de la ciudad. Sentía curiosidad y me he puesto a leer la noticia. Al ver la dirección del bloque incendiado no podía creerlo. Ha sonado el teléfono y he descolgado.
− ¿Quién es?
−
¿Daniel…? Soy mamá.
Ante todo, está muy bien que te hayas inclinado en una de tus actividades por la literatura. Ni que decir tiene que para mi, escribir y leer, es fundamental. Leer, por el continuo aprendizaje que uno requiere, y escribir, porque es sacar al escenario de la vida lo que nuestro intelecto fabrica. Nuestro intelecto está compuesto de ideas, pensamientos, sensibilidades de todo tipo, nuestro intelecto es un volcan de vida, desde la fantasia hasta la realidad, que a veces es mas ensoñadora, utópica que la misma realidad. No importa la edad para escribir, siempre es la mejor cuando se quiere empezar. La técnica es importante, pero se puede pasar sin ella, cuando lo que se dice llega a los sentimientos de los demás. Sobre tu relato ya hablaremos...
ResponderEliminarMe alegro leer tu comentario. Lo importante es llegar al lector. Que le interese la historia que estás relatando. Que la lea hasta el final. Puede que guste más o menos pero ese el riesgo que corres y debes aceptarlo, sin más.
EliminarEs la historia de una instantánea. o.... Es la instantanea de una historia ?
ResponderEliminarDe una imagen puedes escribir una historia. Me quedo con la primera. Así lo veo yo.
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