¿¡Qué
quieres que te diga!? Sí, ya lo sé. Nunca hablamos de visitas al veterinario y
menos de pinchazos por sorpresa. Pero no me has dejado otra opción. Tu afán de
aventura por jardines ajenos es lo que tiene. Y conste, que no me niego a que
entres y salgas a tu antojo. Pero dentro de un orden. Que cuando yo te llame,
vuelvas lo antes posible. Que hasta los perros del vecindario me contestan antes
que tú. Sin contar con el graciosillo de turno que imita mi voz con retintín.
Ya
sabes, mi pequeña felina. Al oír mi llamada al grito de ¡Greasyyy…Chicaaa! deja
lo que estés investigando y a casa. Y no tardes. Que me da una alegría verte
aparecer por la valla con carita de…¿me llamabas?
No
puedes imaginar lo feliz que me hace que compartas tu vida conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario