¿Enamorada?
Por supuesto que sí.
De
mi compañero de viaje al que algunos llaman vida. Porque son más de treinta
años caminando de la mano con él. Porque compartimos proyectos, ilusiones y
sueños juntos. Porque las dificultades son menores cuando te sientes querida.
Porque respeta mis silencios, las miradas perdidas en mundos imaginarios y las
prisas por anotar eso que me ronda en la cabeza desde hace días. Porque me
consuela al verme con los ojos enrojecidos, el gesto contrariado o una mueca de
dolor. Aunque sea por una tontería. Porque se presenta con un detalle que ha
visto en una tienda y le ha recordado a mí. En cualquier fecha. Porque amar, se
ama todos los días. En verano o en noviembre, un martes o un domingo.
¿Enamorada?
Claro que sí.
De
mi familia, los que están y los que se fueron. De “mis chicas” a las que adoro
con locura. De las personas que te animan y te dan oportunidades que se
convierten en momentos de ensueño, las que te llaman para preguntarte qué tal
estás y cuándo nos vemos, las que siguen ahí a pesar del tiempo y la lejanía,
las que te dan las gracias por lo que sea que te las den.
¿Enamorada?
Y tanto que sí.
De
los atardeceres en cualquier lugar, incluidos los que veo desde la ventana de
mi habitación. Del olor a tierra mojada después de una tormenta de verano. Del
aroma a romero, tomillo y lavanda que se desprende en un paseo por el campo. De
los “bichos” voladores, acuáticos o terrestres. De los pueblos y sus gentes. De
las noches estrelladas de verano y de luna llena. De los paisajes con arboledas
o sin ellas. De los ríos y mares. De la música, la pintura y la escultura. De
los libros, los acomodados en un sitio en la estantería y los que mantengo
cerca de mí porque sin ellos... me pierdo. De las historias que escribo con tanto
placer y que ya forman parte de mí.
¿Enamorada? Siempre.
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